Me siento confuso y equívoco.

La confusión se apodera de mi mente.

Nadie me dice lo que he de hacer, por la más sencilla razón de que ni yo mismo sé que hacer.

No quiero nada, o tal vez lo quiera todo.

Estoy confuso y equívoco.

No sé que querer. No sé si querer o rechazar lo que me ofreces, no sé si decir o no decirte lo que siento.

Te quiero, pero no te quiero.

Te quiero igual, pero no de la misma forma.

Eres mía, pero no de igual manera.

Soy tuyo, pero no lo soy.

Siento que puedes vivir sin mí, igual que yo sin ti.

Es como si ya pudiese sustentarme con sólo mi aliento, ya no me hace falta el tuyo.

Verdaderamente me hace falta, pero no en mi corazón, sino en mi pecho.

Yo ya camino sólo, tú ya no me agarras de la mano.

Yo ya no me caigo, tú ya no estás solícita de mí.

Mientras me hago mayor, tú  te haces vieja.

Estás en tu helada senectud mientras yo estoy en mi cálida juventud.

Compréndelo, tú no eres para mí y yo no soy para ti. Somos dos mundos adversativos, pero polos monótonos. Esa es la razón por la cual no estamos echos el uno para el otro, los polos monótonos se repelen entre sí. Somos iguales, pero no estamos echos para convivir en la realidad.

No me quería dar cuenta, pero esta vez tú tenías razón: No estamos hechos el uno para el otro.